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Rosalía estrenó “Lux” con una imponente presentación en el Museo de Catalunya

Por infolitica

La nueva joya de Rosalía es un disco vivo y humano que respira y sangra, invitándonos a reflexionar sobre la música orgánica frente al procesamiento sin alma de la Inteligencia Artificial.

El primer cuarto del siglo XXI termina con una aparición majestuosa de Rosalía, que rompe una vez más la industria de la música desde adentro. Después de tres años de silencio, decidió volver y entregarnos una experiencia única. 

Por segunda vez en su carrera, cambió las reglas del juego de la música popular y avanzó en una búsqueda que sumerge a quien la escuche en un mundo poco explorado por estos tiempos. Sin dudas, pateó el avispero con esta joya. La acusaron de hereje, de conservadora, de puritana, de haberse vendido a la Iglesia, de insultar a la Iglesia, de abandonar a su público por un capricho ambicioso y sin sentido.

Lux es incómodo y hermoso en iguales proporciones. Es la luz, pero necesita vitalmente de la oscuridad para brillar en un océano de música acartonada y repetitiva. Este nuevo disco está vivo y es humano: respira, siente y te deja sin aliento.

Nos invita a reflexionar acerca de por qué nos hace más ruido un disco orgánico, hecho con instrumentos de verdad, que una inteligencia artificial. Es más natural que la IA nos procese la información, entregándonos digeridas y a nuestro gusto piezas musicales que envejecen y mueren al poco tiempo de salir a la luz.

El camino hacia la luz de Rosalía

En 2018, Rosalía lanza El mal querer, donde traduce el flamenco al lenguaje de esta parte del Siglo XXI y comienza a demostrar de qué está hecha. Una obra que respira y sangra España por donde la mires. Un arraigo tan grande y un amor profundo por sus raíces la llevaron a patear la escena que no estaba preparada para su llegada.

En 2022, Rosalía se sumergió de lleno en la cultura del reggaetón. Se dejó invadir por los sonidos con los que se permitió crear una experiencia musical que puso a bailar a una generación.

Después de tres años, Rosalía volvió a patear todo y entró de lleno en la etapa más angelical, aunque no por eso menos revolucionaria, de su carrera. Lux no es solo un disco. Lux es otra cosa. Es el portal perfecto donde se sintetizan dos realidades paralelas e irreconciliables. Cerrás los ojos y no entendés si estás en el 1800 o el 3000.

Rosalía tuvo una sola condición que rigió las bases de este sonido: “Lo importante para mí es que se sintiera muy humano”, afirmó en una entrevista para El Comercio de Perú. Cada capa de sonido le da espesura, contundencia, frescura y densidad, siempre desde lo humano. En épocas donde la IA rompe, fragmenta y deforma la realidad humana hasta márgenes insospechados, ella trajo la luz para que se filtre entre esas grietas.

Desde el minuto uno, Lux trae consigo una invitación a permitirse sentir incomodidad con la experiencia de consumir un estilo de música muy alejado de lo que estamos acostumbrados. El primer corte de difusión fue “Berghain”. En redes se decían muchas cosas, incluso que tendría un punto de relación con el famoso y exclusivo club nocturno de Berlín. Sin embargo, cuando se estrenó, muy lejos quedaron esas especulaciones banales.

En el video, una orquesta sinfónica sigue a Rosalía en todo momento. El coro palpitante late detrás de la cabeza; la falta de silencios, su voz y la exuberancia ornamental de cada detalle de “Berghain” dejaron a todos perplejos. El acompañamiento de Björk y Yves Tumor saca a cualquiera del sopor barroco de los sonidos para pegarle la cara de lleno contra la realidad del siglo XXI. “I’ll fuck you till you love me”, repite él sin parar en algo que parece ser un loop, aunque no lo es. “Till you love me”, insiste sin pausa hasta que la canción se desangra y muere en un “Love me” agonizante.

Y eso solo fue la punta del ovillo de lo que Rosalía se traía entre manos. Faltaban algunos días para el 6 de noviembre y los fanáticos no daban más, estaban desconcertados. Necesitaban saber de qué iba el disco. Algunos adelantos se filtraron en la web, pero poca sombra le hicieron a la majestuosidad de lo que fue la presentación.

La preescucha del disco fue un cuadro. Ella, viva y humana en la Sala Oval del Museo Nacional de Catalunya fue ese cuadro. Desde las 19 horas, periodistas, fanáticos e influencers ingresaron al recinto donde se encontraron con la imponente puesta en escena. Una Rosalía cubierta de sábanas blancas, luciendo una coronilla dorada pintada en el pelo. Un escenario que fue creciendo en altura a medida que la intervención llegaba a su final.

“¿Cuándo fue la última vez que estuviste completamente a oscuras y en completo silencio?”, se podía leer sobre un lienzo antes de que la música comenzara a sonar.

A las 21:30, los primeros acordes de “Sexo, Violencia y Llantas” inundaron la sala de Museo de Catalunya. Rosalía se incorporó y se fundió con la música, además de permitirse fluir con la danza. No emitió palabra alguna y se retiró llevándose consigo el silencio, dejando de fondo su música sonando.

El mismo jueves el disco estuvo disponible para escucharlo en YouTube y, con un día de publicación, solo en la plataforma de videos sus temas superaron con holgura el millón de vistas.

Lux está compuesto por 15 temas en su versión digital y 18 en su versión física (CD y Vinilo). Y esto no es un capricho: es la mismísima impronta de lo humano haciendo su magia. Rosalía, fiel a su obsesión por el detalle, decidió cambiar títulos, sonidos, orden de canciones casi hasta el último momento. Aunque, como todo en el mundo real, hay cosas que no tienen vuelta atrás: la fecha de entrega para prensar el vinilo es inamovible.

Ella tuvo que entregar el máster de 15 canciones para poder cumplir el plazo, comentando que estaba “al borde de un colapso mental” por la presión. Sin embargo, siguió trabajando sin descanso y perfeccionó las ideas. Así, “Focu ‘ranni”, “Jeanne” y “Novia Robot” son temas que se terminaron y pulieron tras la entrega del master digital. Por ello, se incluyeron como una exclusiva de la versión física, dando el álbum completo de 18 pistas a los fans de este formato.

Quince canciones, catorce idiomas, cientos de instrumentos, texturas, colores, sonidos, letras, cadencias y, ni más ni menos, que la Orquesta Sinfónica de Londres le dan cuerpo a esta pieza. Cada una de las letras hace referencia a la historia de diferentes santos y cómo esos relatos la atravesaron. Rosalía cuenta que su forma de conocer es hacer; que cada vez que una temática la apasiona no puede hacer otra cosa más que sumergirse de lleno para emprender una búsqueda exhaustiva de la perfección y el conocimiento.

Cada idioma utilizado fue un desafío. Las canciones consiguen la espesura del relato a través de cada palabra que utiliza en una lengua diferente al español. Lux no habla de la Iglesia, para tristeza de sus haters: habla de la transversalidad de la fe. De cómo uno constituye su humanidad a través de lo que cree.

Es un disco cargado de simbolismo cristiano y de búsquedas que la acercan a una experiencia más próxima al Dios de los católicos, aunque lejos está de ser una veneración a la institución eclesiástica. Es reclamo, es sufrimiento, es beef, es vanguardia, es incomodidad y, sobre todo, es un faro de luz.

¿La industria necesitaba un disco de música clásica de la artista más pegada de los últimos siete años? No. Sin embargo, llegó para hacerse ver.

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