A una semana de las elecciones legislativas, el Banco Central anunció un convenio de estabilización cambiaria con el Tesoro estadounidense por hasta 20.000 millones de dólares. El pacto, rodeado de confidencialidad, busca contener la volatilidad del dólar y garantizar liquidez, pero abre interrogantes sobre la verdadera situación financiera del país.

En un contexto de máxima incertidumbre política y económica, el Banco Central de la República Argentina (BCRA), encabezado por Santiago Bausili, confirmó la firma de un acuerdo de estabilización cambiaria con el Departamento del Tesoro de Estados Unidos por un monto de hasta US$20.000 millones. El anuncio, realizado apenas siete días antes de las elecciones legislativas, generó un fuerte impacto en los mercados y un clima de creciente inquietud sobre la solidez de las reservas argentinas.
Según el comunicado oficial, el convenio permitirá realizar operaciones bilaterales de swap de monedas, mediante las cuales el BCRA podrá acceder a liquidez adicional en dólares. La medida busca “preservar la estabilidad de precios y promover un crecimiento económico sostenible”, pero detrás de la tecnicidad del anuncio se esconde una señal de alarma: el país necesita auxilio urgente para sostener el tipo de cambio y evitar una nueva corrida.
Las fuentes del Banco Central sostuvieron que el organismo mantiene una “hoja de balance sólida”, aunque el acuerdo refleja la dependencia cada vez mayor de la asistencia externa para contener la presión cambiaria. El impacto sobre las reservas, precisaron, se verá a medida que se active cada tramo del swap, cuyo uso quedará a discreción de la autoridad monetaria.
A diferencia del swap con China, este no se contabiliza como parte de las reservas, un detalle técnico que refuerza la sospecha de que la posición neta del BCRA podría ser más frágil de lo que muestran las cifras oficiales. Además, las condiciones financieras del acuerdo son confidenciales, una opacidad que se justifica —según el comunicado— para evitar “incentivos especulativos” entre inversores. Sin embargo, esa falta de transparencia despierta temores sobre los costos reales del pacto y el grado de compromiso asumido con Washington.
El entendimiento se da en un marco político delicado. El presidente Javier Milei, en plena campaña, fue recibido días atrás en la Casa Blanca por Donald Trump, quien le expresó su respaldo. En sintonía, el Tesoro estadounidense, dirigido por Scott Bessent, habría intervenido directamente en el mercado cambiario argentino comprando pesos para frenar la escalada del dólar, una maniobra sin precedentes que exhibe el nivel de fragilidad de la economía nacional.
Bessent incluso declaró que Estados Unidos tiene la “capacidad de actuar con flexibilidad y contundencia para estabilizar a la Argentina”. El mensaje, aunque presentado como un gesto de apoyo, también puede interpretarse como un recordatorio de dependencia externa y de la vulnerabilidad de la política económica local ante los intereses de Washington.
El swap, mecanismo similar al vigente con China, implica un intercambio de monedas entre bancos centrales. Argentina recibirá dólares y entregará pesos, con la obligación de devolverlos con intereses en un plazo acordado. Aún no se informaron los costos financieros ni las garantías del acuerdo, pero todo indica que el Tesoro norteamericano se convirtió en el salvavidas clave del Gobierno para atravesar el proceso electoral sin una nueva devaluación.
El propio Milei reaccionó al anuncio con un escueto mensaje en redes: “Tomar nota. Fin”. Una frase corta, pero cargada de tensión, que deja entrever que la estabilidad económica pende de un hilo sostenido por la voluntad política de los Estados Unidos.