Mientras en el Congreso se discutían proyectos clave para el oficialismo, las fuerzas de seguridad desplegaron un brutal operativo en la calle: reprimieron con gases y camiones hidrantes a jubilados, periodistas y personal médico que asistía a los heridos.
La jornada de protesta frente al Congreso de la Nación volvió a quedar marcada por un violento operativo represivo que expuso, una vez más, la implementación de la nefasta doctrina Bullrich. Mientras en el recinto se debatían proyectos clave que generan incomodidad al gobierno de Javier Milei, en las calles una multitud pacífica integrada por jubilados, docentes, trabajadores y estudiantes fue reprimida sin miramientos.
Pasadas las 16, efectivos de las fuerzas de seguridad porteñas y nacionales desplegaron un operativo desmedido en las inmediaciones del Palacio Legislativo. Sin provocación alguna, rodearon a los manifestantes con escopetas, gases lacrimógenos y un camión hidrante. Hasta ese momento, la concentración se desarrollaba en completa calma.
De forma repentina, la policía comenzó a empujar y lanzar gases lacrimógenos para dispersar la marcha. En medio del caos, uno de los blancos principales fueron los adultos mayores. Varios jubilados debieron ser asistidos por médicos voluntarios, quienes cada miércoles montan un puesto de atención en la zona. Sin embargo, esta vez también ellos fueron alcanzados por la violencia estatal: el camión hidrante les disparó directamente mientras intentaban socorrer a un anciano afectado por el gas.
La represión no distinguió roles ni responsabilidades. Entre los agredidos se encuentran trabajadores de prensa, como un periodista y un fotógrafo de Crónica TV, quienes fueron rociados con el hidrante mientras cubrían en vivo el operativo. El ataque no solo interrumpió la transmisión, sino que además arruinó su equipo de trabajo.
También se reportaron agresiones a ciudadanos comunes que asistían o transitaban por la zona, todos ellos atendidos luego por los mismos equipos de salud que sufrieron la represión. Las imágenes de esta nueva jornada de violencia institucional se multiplicaron rápidamente en redes sociales, mostrando postales de crueldad que se repiten cada semana.
La represión en el centro porteño vuelve a dejar expuesta una política de seguridad que prioriza el uso desmedido de la fuerza ante la protesta social. En este contexto, la pregunta que queda flotando es: ¿hasta dónde está dispuesto a llegar el Gobierno para silenciar el descontento?
