La gala en el Teatro Colón mostró la creciente injerencia del JP Morgan y del poder económico internacional sobre el gobierno de Javier Milei. La presencia del banquero Jamie Dimon y la designación del ex Morgan Pablo Quirno como canciller exponen el grado de dependencia del país en un momento electoral crítico.

La noche de gala en el Teatro Colón fue mucho más que un evento cultural. A pocos días de las elecciones legislativas, la elite financiera internacional se dio cita en Buenos Aires para enviar un mensaje contundente: el futuro político y económico de la Argentina dependerá del respaldo —y del control— del poder financiero global. Entre luces y aplausos, la escena más preocupante fue la rendición simbólica de un gobierno que ya no oculta su sumisión ante Wall Street.
Aunque la gala estaba programada desde enero, su coincidencia con el tramo final de la campaña no fue casual. Entre los invitados se destacaron los pesos pesados del Círculo Rojo que apoyan a Milei —Marcos Galperin, Eduardo Elsztain, Marcelo Mindlin— y la presencia del expresidente Mauricio Macri, en una postal de respaldo político y empresarial. Pero la verdadera atención se centró en la delegación extranjera: los representantes del JP Morgan Chase, encabezados por su poderoso CEO Jamie Dimon, que llegó a la Argentina en un vuelo privado junto a más de 18 ejecutivos del banco.
Antes del evento, Dimon ofreció una charla en San Telmo donde respaldó el ajuste libertario, aunque lanzó una advertencia inquietante: “Los inversores necesitan garantías de que el próximo gobierno no traicione este rumbo”. Con esa frase, el banquero de Wall Street dejó al descubierto la desconfianza hacia la política argentina y la fragilidad del apoyo internacional al plan de Milei, que solo se mantiene mientras sirva a los intereses financieros del norte.
Horas antes de su encuentro con Dimon, el Gobierno dio una señal de alineamiento absoluto: Pablo Quirno, ex directivo del JP Morgan durante 17 años, fue confirmado como nuevo canciller. La decisión, impulsada por Luis Caputo, consolida la influencia directa del banco sobre el gabinete nacional, que ahora domina no solo la economía sino también la política exterior.
Quirno ya había sido el artífice de la recompra de deuda soberana por 16.300 millones de dólares, operación realizada sin licitación previa y con el propio Morgan como intermediario, sin que se conozcan los detalles de las comisiones. Ahora, con su desembarco en el Palacio San Martín, la diplomacia argentina queda bajo el ala del sistema financiero internacional.
En paralelo, el JP Morgan, junto a otras tres entidades (Goldman Sachs, Citigroup y Bank of America), negocia un préstamo repo de 20.000 millones de dólares para intentar sostener la deuda y estabilizar el dólar. Sin embargo, pese a la quema de 5.800 millones de dólares en apenas un mes, la divisa trepó de $1.350 a $1.500, exhibiendo la impotencia del plan oficial.
La gala del Colón terminó siendo una postal del momento político que atraviesa la Argentina: un gobierno debilitado que busca legitimidad en los salones del poder financiero, mientras la economía se hunde y la dependencia con Estados Unidos se vuelve total.
Entre la recesión, el endeudamiento y la pérdida de soberanía económica, la pregunta que deja flotando la noche del Colón es tan inquietante como inevitable: ¿quién gobierna realmente el país —Javier Milei o Wall Street?