La crisis económica, laboral y financiera que vive nuestro país continúa profundizándose. Según la Encuesta de Indicadores Laborales (EIL) que elabora el Ministerio de Trabajo las expectativas de generación de trabajo se deterioraron fuerte en junio al ubicarse en el 1,1%: el indicador se obtiene al comparar el 7,8% de las empresas que esperan aumentar su planta y el 6,7% que prevén reducirla.
Esto tiene una razón clara: el Gobierno, lejos de apostar a la producción, pone sus fichas a la recesión como arma para bajar la inflación. En medio de una fuerte devaluación, la suba exponencial de las tasas y la alta presión impositiva, la actividad cae. Entonces, las empresas despiden, freezan el ingreso de personal y sus expectativas se desploman hasta tocar los niveles más aciagos de la época del kirchnerismo.
En mayo, el porcentaje de compañías que pensaban achicar su planta fue del 4,9%: se trató entonces del peor índice de la era Macri. Pero, tras la última corrida cambiaria, el guarismo empeoró todavía más y la depresión de un mes a otro resultó muy significativa.
Para encontrar un parate tan preocupante hay que remontarse a febrero de 2014, tiempos del kirchnerismo, expectativas de empleo por debajo del 1%, 20% de devaluación. En lo que va del año, la apreciación del dólar llega al 60% y la incertidumbre no tiene techo.
“Las expectativas muestran un retroceso importante”, tuvo que reconocer el propio Gobierno, a través de José Anchorena, a cargo de las estadísticas del Ministerio de Trabajo.
Anchorena se excusó en “la incertidumbre” para eludir dar proyecciones sobre la evolución del empleo, pero admitió el impacto de la caída de la construcción. Con la obra pública y privada frenada, ese sector capaz de reactivar la rueda armoniosa de la economía tuvo “un frenazo”, aseguró el funcionario.
Solo en mayo, en la construcción se derribaron 1.600 puestos laborales. En total, el mismo més se perdieron más de 27.000 ocupaciones registradas. Si se toma desde diciembre de 2017, el dato es más drámatico: hubo 113.000 empleos menos. Además de la construcción, el mayor coletazo lo sufrieron otras actividades clave y rápidas generadoras de divisas, como la pesca y la industria manufacturera.
El botón de muestra, oficial y sobre la base del empleo registrado no abarca el sector no registrado o informal. Ese que sobrevive como propone Elisa Carrió: en base a changas, limosnas y propinas, donde se descarta que el golpe ha sido mayor.